viernes, noviembre 20, 2009

“HABLANDO CON CARLOS”

Sentado en un pequeño taburete el cual se convirtió en el compañero perfecto para una vieja mesa llena de recuerdos que esta dispuesta para varios fines en un rincón de la sala de mi casa…. Frente a mi presente como lo ha estado desde el día de su creación imponente, intimidante un papel en blanco, una hoja, varias hojas, recordándome la responsabilidad que adquirí aquel día después de tanto reflexionar a cerca de que libro iba a tomar para hacer la respectiva interpretación acordada como convocatoria en la asignatura del profesor Elmer. La decisión estaba tomada y hoy me encuentro acá próximo a sumergirme en una nueva aventura, en una nueva hazaña, desmembrar el Sueño imperfecto de Carlos Arturo Gamboa Bobadilla.

“Cuando David empuño el revolver no pensó en si mismo; solo se acordó de Borges y sintió que todos los hombres eran uno solo y todos confluían en el. La noche anterior había sentido lo mismo frente al libro amarillo y prologado por el ultraísta argentino, que a su juicio aun la humanidad le debía el premio Nobel. Tras otra lectura mas de las inagotables paginas, se estanco casi por siglos- así lo parecía – en contemplar cada línea de aquel relato entre lo real y lo fantástico titular de La intrusa; para David la actitud de los hermanos Nielson era normal y entendible”.

Teniendo en cuenta el fragmento del relato- breve suceso entre David y Borges-. De la obra de Gamboa, puedo decir que el autor se sirve de la voz de su personaje para manifestar su admiración por aquel otro personaje que habita en la inmediatez del relato, el cual va y viene como brisa suave paseándose sobre la cabeza del protagonista.

El David de Gamboa, cual Quijote de Cervantes se encuentra inmerso en la prodigiosa locura que produce el desborde de la realidad pactada en el génesis de la literatura.

Por otra parte y recurriendo a Husserl el cual plantea “El acto de pensar y el objeto del pensamiento se relacionan internamente y el uno depende del otro. Mi conciencia no es meramente un registro pasivo del mundo, si no que lo constituye activamente, lo “pretende”. Entonces para llegar a la certeza debemos, en primer lugar, no hacer caso ( o “poner en paréntesis”) de cuanto se encuentre mas allá de nuestra experiencia inmediata; debemos reducir el mundo exterior únicamente al contenido de nuestra propia conciencia”.

Esta postura fenomenológica se suscita cuando existe conciencia, es decir el autor plantea su visión de mundo, se apodera de este por medio del lenguaje mediado por su experiencia que en ultima instancia es la fuente de su conocimiento, que se torna trascendental pues su conciencia esta por encima del objeto.

Gamboa por medio de la literatura deja al descubierto lo que para el debería ser la historia. Así como también en el relato la sensibilidad humana es consumida por el fuego avasallador del materialismo antagonista y recurrente en la obra. La muerte otro tema al cual recurre constantemente el autor, es juez, verdugo, veredicto y solución ya que como alguna vez escribiera Borges “la muerte (o su ilusión) hace precisos y patéticos a los hombres”.

La ceguera exacerbada padecida por la humanidad que busca incesantemente una verdad,- verdad que siempre esta presente- se esparce como bruma nocturna a la par del juego que el autor le propone al lector por medio de la metáfora para llevarlo a la reflexión.

Este juego metafórico predomina en el cuento “El teorema de Jorge”, alusión a la incapacidad de soñar que padece el hombre moderno, de su escepticismo por todo aquello que no halla sido sometido al rigor científico, por su cegador prejuicio y su tendencia a la discriminación, su fobia a lo diferente, su desquiciado consumismo y su superficialidad. Gamboa media con agudeza poética entre la banalidad reinante y la luz tenue de sabiduría que habita en el corazón de los hombres.
Al respeto discursa Eagleton en su obra una Introducción a la Teoría Literaria, “Si la existencia humana esta constituida por el tiempo también lo esta por el lenguaje. Para Heidegger el lenguaje no es un mero instrumento de comunicación, un recurso secundario para expresar “ideas”: es, precisamente, la dimensión en que se mueve la vida humana y que, por principio de cuentas, hace que el mundo llegue a la existencia. Solo donde hay leguaje hay “mundo”, en un sentido distintivamente humano. Heidegger no piensa en el lenguaje en función de lo que usted o yo podemos decir: el lenguaje tiene una existencia propia de lo cual los seres humanos llegan a participar, y, exclusivamente debido a esta participación, llegan a ser seres humanos. El leguaje siempre pre-existe con relación en el sujeto individual, como territorio en el cual se desenvuelve; tiene un contenido de “verdad” no tanto como instrumento para intercambiar información precisa si no como el lugar donde la realidad se “des-cubre” a si misma y se abre a nuestra contemplación. En esta aceptación del lenguaje como entidad cuasi objetiva, anterior a todos los individuos particulares, el pensamiento de Heidegger lleva un curso paralelo al de las teorías del estructuralismo”.

Retomando la anterior postura y comparándola con lo que yace en el cuento antes mencionado, el cual se concibe en la mente de un idealista cuyo pensamiento surca los espacios incomprendidos por el hombre común, que eleva su razón por encima de su deseo, aquel hombre cuyo discurso se torna ininteligible para aquel que inerme en un ultimo intento aguza sus sentidos pero estos cual ciervo asustado tras el disparo del cazador, huyen dejándolo como navío que en medio de la tormenta naufraga.
En la turbulencia suscitada en el mundo, el poeta se debate entre sucumbir ante la realidad o vivir aferrado a una ilusión que lo mantiene vivo, luz incesante en la mas oscura noche, halito de vida, melodía purificadora, eso es para el poeta su creación que va en contraposición con la creación de los moradores del mundo, quienes no leen o no quieren leer de este lo que el poeta si puesto que es su esencia.

“Jorge, un matemático empírico que en la antigua Grecia seria objeto de adoración por parte de gobernadores y alumnos homosexuales, camino por esta ciudad tildado de loco, cuando los calificativos le fueron favorables. Supo, como ningún sabio, cuantos cabellos poseía y cuantas estrellas se trasnochaban deliciosamente contemplando el mundo. Fue capaz de enumerar las virtudes y los defectos de la existencia y hallo un porcentaje favorable, razón por la cual siempre quiso vivir. No formulo ni un solo teorema y ninguna ecuación lleva su nombre, pero midió con sus dedos la delicia de un atardecer y el estupor sagrado que guarda el diámetro de una gota de agua. Alcanzo, aun con vida, a saber el porque los arboles crecen de acuerdo con la medida de los hombres que los rodean y cuanto se debe gastar para vivir aislado en un planeta que le dio un precio a todo, incluso al ser humano. Sus respuestas nos asombrarían y no dudaríamos un momento en calificarlo de desequilibrado, pero sus enormes secretos los cargo a la tumba, no por envidia, pues no la conoció, sino porque nadie se atrevió a creerle una sola palabra”.

Como fue mencionado anteriormente la esencia del poeta es su virtud para despejar la incógnita para descifrar lo indescifrable.

Entonces teniendo en cuenta el segmento del cuento de Gamboa arriba plasmado, es evidente que el poeta, como Jorge son incomprendidos, almas que como fichas defectuosas no encajan en el rompecabezas que es el mundo.

Por otra parte es importante resaltar el papel que juega la relación hombre-Dios (dioses)- religión, que existe en la obra. Como ejemplo de ello tenemos el relato titulado –sangre roja escarlata-, la cual es sin lugar a dudas un puñetazo en la cara para aquellos que ven en lo sacerdotes a seres inmaculados con poderes sobrenaturales y los cuales están mas halla del bien y del mal. Por el contrario Gamboa mediante esta hermosa critica bien concebida, las muestras tal cual son, tan humanos, frágiles y patéticos como cualquier mortal.

“Una pausa recóndita y luego me atrajo bruscamente contra su pecho: “hija, yo se que tu sufres por tus pecados, que la lujuria a socavado tu cuerpo inocente y de noche despiertas con pensamientos agobiantes. Es tu carne, hija, pero la redención es oportuna”. Al concluir el sermón sus manos se abrieron paso entre mis piernas y con gran velocidad mis senos quedaron flotando en el aire con olor a incienso. Sus dedos penetraron como agujas en mis calzoncitos de franela y mi sexo parecía una laguna de encantos musicales.

Me desvistió con un ritual sagrado, inundando mi cuerpo con una saliva vivificante y erótica, su boca se amoldo a mis senos en los que la pulcritud asemejaba un nevado en llamas. Me poseyó con una magia tal, que no sentí el momento en que el cántaro estallaba contra su sexo de piedra antigua. Se levanto como si acabara de ganar un alma para su inventario celestial, acomodo su ropa que nunca termino de quitarse y me brindo una sonrisa complaciente.

Luego se alejo. Mientras se vestía pensé en las consecuencias religiosas de aquel acto carnal, pero me reconfortaba la idea de haber sido desflorada por un hombre que quizás seria el mismo Dios en persona. Calce mis sandalias y al incorporarme del sofá vi un hilillo de sangre que buscaba la curvatura de la caída. Sangre roja escarlata, como la sangre del salvador que proclamaba”.

En este relato el autor se apropia de una voz femenina y se recrea una escena cargada de erotismo normal entre dos seres humanos de tendencia heterosexual que se atraen.
Con lo anterior lo que se ratifica es la vulnerabilidad del hombre, sin importar su estrato o condición social, sus creencias religiosas, su ideología política, etc. El hombre es vulnerable por que esa es su naturaleza, por que este siempre perece ante sus deseos, es inevitable.
El hombre se rige por lo que Freud llamo “principio de placer –displacer” y como seres racionales que somos, toda nuestra existencia transcurre en esta fluctuación perpetua a la que solo se le antepone el principio de la realidad.
Finalmente considero que la obra de Gamboa invita a una reflexión, a un debatir exhaustivo de las verdades que se nos presentan, pues en su libro sueño imperfecto no queda verdad indemne.

LOS HOMBRES NO SON DE MARTE NI LAS MUJERES DE VENUS

“La “divina baba” es desde nuestra lectura, una alusión irónica al soplo de vida, a la palabra divina que da la vida y que crea, en siete días, el mundo, este mundo donde la vida es imposible y donde todos son prisioneros, no hay posibilidades de mejorar, no de crecer de ahí las durísimas palabras de “tambor estéril de mi vientre” “prisionero”, “feto”, “mentira”. Pero también un mundo dividido en dos y que ha dado un papel minoritario a la mujer, la compañera, la costilla, a la que debe al hombre su presencia la culpable, la causante de todos los dolores, la pecadora”. En el segmento anterior tomado de Literatura y Genero de Bethsabe Huamán, Andìa quedan al descubierto, muchas causas por las cuales desde siempre la mujer ha sido sometida maltratada y subvalorada por la sociedad y peor aun por su par por naturaleza, el hombre.
Es increíble y desconcertante ver como en la actualidad cuando se habla de viajes inter-espaciales, de clonación, de crear vacunas antes inimaginables para la prevención y cura de enfermedades, en otras palabras, en medio de tanto avance científico y tecnológico, seguimos siendo presos de la intolerancia y de un aberrante salvajismo anclado en las entrañas de una lucha absurda de géneros, yendo de extremo a extremo entre la aceptación y la violencia desafortunada por cierto para ELLAS quienes padecen la inmisericorde des ventaja.
Por otra parte y sin darnos cuenta, en esta irracional competencia de poderes nos convertimos en cómplices de la creciente violencia intrafamiliar, de matricidas, parricidas, violadores, guerrilleros, paramilitares y hasta de lideres políticos y miembros de la fuerzas armadas quienes últimamente han llevado las practicas salvajes a sus hogares y que inescrupulosamente matan y entierran en fosas comunes a sus esposas. Cabe aclarar que no es un invento simplemente me apego a lo dicho en los noticieros de los canales privados de nuestro país; claro está siendo consciente de que estos no son en sí, fuentes confiables de información por su carencia de imparcialidad tal ves; en emisiones del mes pasado.
Teniendo en cuenta lo anterior y siendo consecuente con lo que pretendo plantear en este escrito; solo plantear porque pretender solucionarlo es una utopía; es perentorio formular la siguiente pregunta:
¿Qué repercusiones tienen en la cultura, la lucha suscitada entre hombres y mujeres, o guerra de los sexos como coloquialmente es denominado este fenómeno social?
Para desarrollar esta pregunta es pertinente recurrir a lo expuesto por Huamán Andìa, “Si podemos coincidir en que la sociedad alimenta mas en el hombre la inteligencia racional y por el contrario alimenta en la mujer sobre todo la inteligencia emocional, entonces pienso que Varela se preocupa por abolir esta suerte de oposición absurda entre femenino y masculino, hombre y mujer razón y sentimiento. No creo que la inteligencia racional, aquella que nos permite hilvanar ideas con ideas, hacer asociaciones, símiles, en resumen pensar, y aquella otra inteligencia emocional que nos conecta con el mundo en igual intensidad que el lenguaje, quizá el pilar más claro de aquella primera inteligencia, estén peleadas. Ambas son fuente de múltiples conocimientos y su conjunción contribuye en cada uno a ser personas más completas, más libres; el error, desde mi punto de vista, consiste en valorar una en desmedro de la otra”. Esta tendencia socialmente aceptada y a la cual hace referencia el texto anterior, se reivindica cada vez que especulamos acerca del sentimentalismo a flor de piel característico en la mujer, y de la manía del hombre por ver el mundo a través del placer.
Cierto o no las conductas asignadas a cada uno de los géneros no son más que estereotipos que rayan en lo vano y superficial, pero que desafortunadamente han moldeado de un tiempo para acá el comportamiento social.

Actualmente la mujer en su inagotable búsqueda de “igualdad”, igualdad que en muchas ocasiones va en contra de sus principios y de su naturaleza, que hace que pierda su autenticidad, su brillo, su fortaleza. La mujer en procura de igualar y superar al hombre deja de lado su feminidad, ya no es capaz de reconocerse, entonces pierde la esencia, su conciencia de ser mujer de ser complemento y no oponente, como lo plantea la obra de Andrés Caicedo ¡Que viva la música!, la cual habla al respecto, “Que la vergüenza decía. Y yo me digo, y la peleo:
“No tiene razón de ser” no, si he gozado la noche, si la he controlado y ya teniéndola rendida me la he bebido toda, pero alto: yo no soy como los hombres, que se caen. A lo mucho terminaré toda desgreñada, lo que me ha dado aires de andar solita en el mundo, por las calles. Y antes de cerrar los ojos se lo juro que pienso: “Esto es vida”.
Y duermo bien pero viene el día que me dice (yo creo que el sol anormal de las dos últimos meses): “Cambia de vida”.
¿Con qué objeto esta conciencia? ¿Cambiarla yo ahora que soy experta? Pero tal es el peso de la maldita, a la que imagino toda de negro y llevando velo, que hasta hago mis contriciones, mis propósitos de enmienda. Igual da: no es sino que lleguen las 6 de la tarde para que se acaben las rezanderías”.

En la novela como en la realidad sus personajes son sometidos a la presión que ejerce sobre nosotros, la cultura, lo socialmente aceptado, somos como marionetas manejadas por los hilos invisibles de la ley, de lo moral, y es en este aspecto donde menos acuerdos existen entre hombres y mujeres, debido a diferentes aspectos como lo son: el discurso religioso que siempre está presente en casi todas las facetas de nuestra existencia, esto se debe en gran medida a que los colombianos somos en un numero importante católicos lo cual hace difícil mirar para otro lado cuando de estos temas se trata.

Por otra parte, el machismo que predomina es nuestra cultura y socialmente aceptado. Lo que hace del hecho que una mujer la cual sale a divertirse una noche de viernes y se tome unos tragos de mas con sus amigos (hombres y mujeres), sea considerada como un mal ejemplo por sus allegados, como una mala y desconsiderada hija por sus padres y peor aun si es casada, porque en este caso en particular, corre el riego que al llegar a su casa en medio de la euforia que causa el desinhibirse con alcohol, su esposo la reciba a golpes y le trate de puta, eso por decirlo menos; esto no quiere decir de ninguna manera que en todos los casos sea igual ya que para fortuna de muchas mujeres el medio social en donde viven, su familia y esposos han logrado superar ese paradigma retrogrado perjudicial en exceso, y rechazan estas acciones calificándolas como algo delictivo.

Pero aspecto no menos importante es el hecho de considerar a la mujer apta o competente nada más que para el ámbito domestico, es decir, para ser hijas o hermanas dignas de admiración, buenas esposas, abnegadas madres que anteponen lo domestico, a su tranquilidad, su felicidad y su vida, lo cual no es más que una idealización insensata mediocre y absolutamente egoísta, impartida desde siempre transmitida de generación en generación aunque menguada en los últimos tiempos.
No es posible que a una niña 7 a 8 años de edad lo primero que se inculque o enseñe sea a preparar ciertos alimentos o el cuidado que debe dispensar a sus hermanos menores o la veneración que debe tener por sus hermanos mayores, lo cual no es de ninguna forma algo malo o denigrante, ni pensarlo, es parte de nuestra idiosincrasia, lo que yace en nosotros, es algo que se acepta, lo acepto, pero no lo comparto, no comparto el hecho que una niña o niño, se le enseñe el servilismo antes que inculcar en ellos la autoestima, la autovaloración (de lo físico y mental), antes que motivar en ellos la necesidad de aprender, el deseo de adquirir conocimientos, del como se dice coloquialmente, “ser alguien en la vida”. Pero hay que reconocer también que se están haciendo esfuerzos por superar este dogma de la explotación infantil y a la mujer, y que de forma lenta pero segura lo está superando nuestra sociedad.
Muestra de ello es incursión cada vez mayor de mujeres a la academia es decir a los colegios y universidades y en muchos casos, superando por mucho en cantidad y calidad a los hombres.
La muerte es otro protagonista en la novela de Caicedo, ella coacciona, inhibe, frustra, motiva, se pasea mirando a los ojos a sus víctimas saturándolos de ese miedo inexplicable que se apodera de cada uno de esos seres que como nosotros tampoco se pueden liberar de la irresistible tentación de vivir, de experimentar, de amar, de tocar fondo y resurgir y tocar fondo nuevamente, de hacer parte de una gran fiesta en donde los acordes que la animan son interpretados por un magistral música con la potestad para darle fin.

Tanto mujeres como hombres estamos signados a morir, la paradoja está en que para el sexo “débil”, como erróneamente se ha llamado a la mujer, vivir se torna en una constante agonía. Para que esto se de, la cultura ha sido determinante, puesto que ha creado una violencia simbólica frente al cuerpo de la mujer, ha convertido a esta en un objeto, en una mercancía, lo interesante es que la mujer propicia constantemente esta cultura de dominación y subvaloración.
Al respecto en la lectura: Relación lenguaje identidad y cultura, se plantea “La cultura es un sistema complejo que funciona con determinada integridad y dinamismo.
Incluye un conjunto de diversos subsistemas, los cuales desempeñan un papel esencial en la creación y difusión de los valores espirituales”, lo anterior tomado desde el punto de vista de los valores entendidos como la ética del individuo integra al hombre y mujer, es decir, que esta condición la precede otra, y esta es la “identidad”, de la cual la lectura antes señalada menciona al respecto “la identidad podría considerarse, entonces como producto de la relación funcional entre lenguaje y cultura, o bien como el grado de intervención de los individuos en este proceso.
Intervención que no puede ser pasiva (por el sólo hecho de pertenecer a la comunidad) sino activa (en la medida de los usos de los códigos lingüísticos y de los valores espirituales de la cultura)”.

Se podría decir entonces que lenguaje y cultura son tomados, aplicados e integrados a un género determinado, como ejemplo tenemos a la procreación, la cual se considera como un don que fue otorgado a la mujer. Que visto de otro modo es la principal forma de dominación con el cual se somete a la misma. Pero este don por otra parte también es un medio de liberarse ya que el llevarlo a cabo o no, es un acto totalmente independiente, contrario a la estructura de poder como lo es la familia que a la vez es un reflejo del estado.
En ¡Qué viva la música! Caicedo esboza esa arbitrariedad cultural creada por la diversidad ideológica, de género, de estrato que en última instancia ensancha la brecha que nos aleja como individuos, “No es lo mismo ver pasar y desearle suerte a una hermana (alcohólica), a un compañero de generación que no participa de esa cultura, a un profesor marxista al que un día se le dijo que cada acto de la vida iría encaminado a combatir el imperialismo que al droguito fácil que viene con buenas nuevas, un pericazo para los tres más amigos.
Se estaba allí se semi- habitaba allí y se metía droga todo el día, la hermana, el diferente, el marxista, tenían que saber eso, ¿Qué hacían ellos, entonces, para no ser despreciados o para devolver el desprecio en movimiento de volibol? Oponían a esos solitarios ejemplares de cabalidad y lucidez, su unión, su número, su música (que no era suya), los restos de su belleza. Todo el mundo iba allí, el mundo por allí pasaba.
El de conciencia social tenía que atravesar el sector bajando la mirada, yendo a hundirse en sus libros y a la cama temprano”.

La discriminación socio cultural está presente en la obra de Caicedo, es latente se erige como testigo irrefutable del mal que se padecía en aquella época y que aún persiste camuflado por obras sociales por parte del estado.

Hoy como ayer las personas que decimos ser de bien, lo único que hacemos es servir de espectadores a esta trágica realidad, a mirar para otro lado, tratando de ignorarla. Pero es tan difícil ignorar una realidad que a diario nos explota en la cara como bomba molotov, pero insistimos infructuosamente de convencernos de que todo está bien, sin darnos cuenta que estamos cada vez más cerca del abismo y no hacemos nada. Y es que tal vez nada se puede hacer, porque nuestra condición humana, nuestra naturaleza es así tal vez hombres y mujeres estemos predestinados a perecer por causa de nuestras diferencias, del egoísmo y de una irracional ambición que enceguece.

Caicedo consiente de lo anterior, se mete en la piel de María del Carmen Huertas y porque no decirlo en la piel de muchas mujeres de la época, que con ánimo exacerbado asume una postura arraigada en un escepticismo extremo, en una visión a todas luces irreconciliable con la vida y aferrándose a ella por medio de las manifestaciones culturales de su tierra. Muestra de ello es el hecho de superponer a la salsa como género musical por encima de Rock and Roll, dando claras muestras de una xenofobia sutil implícita a lo largo de su obra. Esta postura pude deberse también a las influencias nadaístas de la época que fueron movimientos contraculturales que estuvieron vigentes entre 1958 y 1964.

La música determinante en la historia, es lo que mueve a su protagonista y esto queda ratificado en la obra cuando se plantea, “Uno es una trayectoria que erra tratando de recoger las migajas de la que un día fueron nuestras fuerzas, dejadas por allí de la manera más vil, quien sabe en donde, o recomendadas (y nunca volver por ellas) a quien no merecía tenerlas. La música es la labor de un espíritu generoso que (con esfuerzo o no) reúne nuestras fuerzas primitivas y nos las ofrece, no para que las recobremos: para dejarnos constancia de que allí todavía andan, las pobrecitas, y que yo les hago falta. Yo soy la fragmentación. La música es cada uno de esos pedacitos que antes tuve en mí y los fui desprendiendo al azar. Yo estoy ante una cosa y pienso en miles. La música es la solución a lo que yo no enfrento, mientras pierdo el tiempo mirando la cosa: un libro (en los que ya no puedo avanzar dos páginas), el sesgo de una falda, de una reja.
La música es también recobrado, el tiempo que yo pierdo”.

Partiendo de lo anterior es la música vista como la esencia de la vida, la mística eterna la extensión de nuestro espíritu un camino directo a la razón del hombre, a sus sueños el génesis de todo cuando existe en el ser.

Por otra parte el hecho de que la música sea femenina (gracias al lenguaje), clarifica la intención del autor: resaltar lo femenino dignificarlo a la vez que degrada. La densidad de la música va en contraposición con el estilo de vida de María.

María vive en función de la música, la noche, la droga, las relaciones espontaneas con hombres a las cuales considera arrogante estúpidos e inseguros, su aparente bisexualidad la lleva a subvalorar al hombre y privilegiar a la mujer. En su cotidianidad María es un ser que convive con la muerte la decadencia y un desafuero cultural constante.

Caicedo se apropia de la voz femenina, de su pensamiento posiblemente con el propósito de demostrar que no importa el género del cual se hace parte si no por el contrario, el ser humano independientemente de su sexo es un compendio extraordinario de cualidades y defectos, sensibles, poderosos y frágiles e incesantes en la búsqueda de algo que nunca ha extraviado y tal vez esa sea, su más grande virtud.

Un hombre q ue (escribe), se coloca en los zapatos de una mujer y se permite desglosar su vida con una aguda sensibilidad dejando al descubierto sus mas íntimos pensamientos, es digno de admiración como lo es también una mujer (escritora) que asume el roll de hombre, que escribe de las mujeres o del mundo.

Al respecto de mujeres que escriben Marina Fe en notas sobre literatura femenina plantea, “los estudios feministas de la escritura femenina parten del presupuesto de que toda escritura y por extensión toda producción cultural están marcadas por el género, pero también parten de la convicción de que en el caso de la producción por parte de las mujeres se trata de un dialogo “bitextual” entre la tradición masculina y la tradición femenina, ya que la literatura femenina tiene lugar dentro del contexto de los discursos masculinos dominantes más que fuera de estos. Por esta razón, toda escritura femenina tiene una doble voz.

Es importante señalar que no podemos pensar, sin embargo, en una cultura patriarcal uniforme sino mas bien en distintas estructuras intelectuales e ideológicas que aparecen como dominantes en diferentes periodos históricos y en cada sociedad (lo mismo que en cada clase social): distintas ideologías en competencia dentro de la misma cultura aunque siempre dominadas por los hombres con diferentes valores y tendientes a describir y reproducir la realidad a partir de juicios de valor que generalmente devalúan a las mujeres de múltiples maneras. De este modo, la posición de la mujeres siempre han sido doble, ambigua, al encontrarse tanto fuera del orden cultural y las ideologías y valores dominantes como dentro de la sociedad que los produce por esta razón, la cultura femenina ha sido una especie de subcultura silenciosa o enmudecida al margen de la cultura dominante”.

Teniendo en cuenta lo anterior y comparado con lo planteado por Caicedo es evidente la contradicción que se suscita. Personalmente creo que en este caso particular lo que pretende el autor es mostrar la realidad de una determinada época. A través de los ojos de María nos sensibilizamos y al mismo tiempo adquirimos conciencia de lo complicada que es la adolescencia.
La búsqueda incesante de nuevas experiencias, los amigos, el colegio, los padres, la condición social ya sean favorables o no, nunca serán suficientes para un ser en formación, que se alimenta día a día de un mundo en constante evolución. Por otra parte la cultura como factor determinante en la vida de los jóvenes en muchas ocasiones es adquirida de forma superficial, es decir que el joven carece de sentido de pertenencia haciéndose vulnerable a los desafíos suscitados en la actualidad.


Finalmente parto de la creencia de que las mujeres tienen mucho que decir y aportar a la cultura y a la sociedad. Puesto que su crítica y objetividad sumadas a su inteligencia emocional, sin carecer de inteligencia racional, las convierte en seres integrales que están en igualdad de condiciones que los hombres sin dejar de tener presente que somos diferentes, pero que con el bienestar que produce el respeto mutuo a dichas diferencias, podemos convivir en esta aldea global.